jueves, 4 de abril de 2019

MEDULIO, CAUDILLO DE LOS ASTURES. Capítulo 12


                                                                      12



El verano llegaba a su fin. Había sido un año duro y agotador. Medulio ya había cumplido dieciocho años y su padre dio por terminada su formación. Albano había obligado a sus pupilos a dar todo lo que llevaban dentro de sí. Era el momento de la despedida. Para celebrarlo, los cadetes iban a realizar una serie de juegos y ejercicios gimnásticos a imitación de los Juegos Olímpicos. El instructor quería dejar un buen sabor de boca en los cadetes y sobre todo en las gentes del poblado. Aquellos años de instrucción y formación terminarían con un broche de oro. Hacía tiempo que Albano soñaba con aquel momento. Por eso el último verano había sido muy duro para todos.
Todos los componentes del grupo habían madurado y habían cambiado a lo largo de aquellos años. Los mayores se habían convertido en mozos hechos y derechos. Los más pequeños también habían dado un gran cambio, en especial Medulio, el más pequeño en edad, pero el más alto y más fuerte del grupo. Ya había alcanzado su estatura definitiva y su constitución, aunque todavía no era la máxima, había adquirido enormes proporciones. Su pecho y su espalda se habían ensanchado gracias al intenso ejercicio de aquellos años. Sus músculos también se habían fortalecido y endurecido. Era capaz de derribar a sus contrincantes de un solo puñetazo, lo que daba fe de su enorme fuerza. Esta obra casi maestra llenaba de orgullo no sólo a sus padres, sino también a su instructor y preceptor, Albano, que se sentía enormemente satisfecho de su trabajo. Ahora, en los juegos que se iban a celebrar, esperaba ser reconocido por todas las gentes del lugar, que admirarían su trabajo como si de una obra de arte se tratara.
El día de los juegos había llegado. Todo el mundo se hallaba a primera hora de la mañana en el estadio que habían preparado. A la hora secunda en punto dieron comienzo los juegos. Todo el grupo uniformado formaba en posición de firme frente a su instructor. Éste comenzó a impartir sus órdenes mientras los cadetes ejecutaban los distintos pasos y movimientos. Realizaron diferentes figuras geométricas: círculos, cuadrados, estrellas… Unas en movimiento y otras estáticas. Unas tendidos en sentido prono y otras en sentido supino, con distintos movimientos uniformes de brazos y piernas. Los espectadores aplaudían a rabiar los logros de los jóvenes. Entretanto, Albano no cabía en sí de gozo.
Terminados los juegos gimnásticos, el grupo realizó una marcha rápida en formación alrededor del estadio. El público aplaudía la destreza y la uniformidad de los jóvenes. A continuación dieron comienzo las pruebas atléticas. La primera sería la de los ochenta pasos libres. Se correría en dos tandas de diez participantes en cada una de ellas. La primera sería la de los mayores, mientras que la segunda estaría formada por los más pequeños. Por su edad, Medulio correría en esta última. Celebradas las pruebas, Medulio quedó campeón de su grupo con holgura. Lo mismo ocurrió con la siguiente prueba, que fue la de los ochenta pasos con obstáculos. El joven no sólo era campeón del grupo en el que corría, sino de todo el conjunto. No había nadie que pudiera igualarlo en velocidad y rapidez. En todas las pruebas de este tipo llegaba siempre a la meta con varios pasos de ventaja sobre el segundo clasificado. Su velocidad y su potencia eran inigualables.
Finalizadas las carreras de velocidad, pasaron a las pruebas de salto. Comenzaron por el de longitud. Cada participante tenía que realizar tres intentos. Los saltos tendrían que ser válidos para computarse. Al final se tendría en cuenta el mejor de cada uno de los competidores. La prueba se realizaba con normalidad. Hubo algún salto nulo por pisar la raya que no debían rebasar al batir, pero nada más. Cada participante llevaba ya dos saltos. En estos momentos Medulio encabezaba la clasificación con ventaja, pues su mejor salto había alcanzado cuatro pasos y medio. Le seguía su amigo Clouto con cuatro pasos y dos pies. Los demás se quedaban todos por debajo de estas marcas. En la tercera ronda hubo un participante que logró rozar los cuatro pasos y medio. Faltaban por participar, entre otros, Clouto y Medulio. El primero logró rebasar por muy poco la marca del que acaba de rozar los cuatro pasos y medio. Medulio ya era ganador aunque no ejecutara el último salto. A pesar de todo quiso realizarlo. Su marca fue de cuatro pasos y medio y casi un pie. Nuevamente se proclamó campeón de esta prueba.
A continuación se inició el triple salto. Ejecutados los dos primeros saltos, de nuevo Clouto y Medulio se enfrentaban codo con codo. A Medulio le había faltado medio pie para los once pasos, mientras que su amigo se había quedado a un pie de dicha marca. En el tercer salto Clouto logró rebasar por muy poco la marca de Medulio. Éste tenía que superarse si quería ganar la prueba. Comenzó su carrera para batir con fuerza, pero antes de llegar a la línea desistió en su intento. Había expectación en el público y en los participantes. Aún no había nada decidido. Medulio realizó varias flexiones y estiramientos de piernas para relajar los músculos y la enorme tensión que lo invadía. Por fin, se decidió a ejecutar el salto. Inició con decisión la carrera y batió con fuerza y rabia. El resultado fue un éxito: superó con creces los once pasos. El joven no cabía en sí de gozo. Con los brazos en alto y rebosante de felicidad, dio dos vueltas al estadio.
La mañana avanzaba y aún faltaban varias pruebas de atletismo. Le tocó el turno al salto de altura. La prueba se mostraba favorable a Medulio, como así fue, dada su envergadura. Efectivamente, superó por más de medio pie al segundo, que era asimismo el que le seguía en estatura. Su marca fue de algo más de paso y medio.
Para dar fin a los ejercicios de la mañana, llevarían a cabo la carrera de fondo. Ésta consistiría en dar diez vueltas al estadio. Correrían en los dos grupos acostumbrados de diez participantes cada uno. En esta ocasión el de Medulio fue el primero. Toda la prueba se desarrolló con normalidad. El grupo corría compacto y con un ritmo moderado. A pesar de ello, a partir de la cuarta vuelta ya empezó a destacarse un pequeño grupo de tres corredores, entre ellos, Medulio. Fueron juntos hasta la séptima vuelta. A partir de entonces, Medulio con otro participante comenzaron a tomar ventaja. Cada vez se distanciaban más de sus perseguidores y ya estaban a punto de doblar a los más rezagados. En la novena vuelta Medulio se impuso con autoridad a su contrincante y corrió la décima vuelta él solo sin nadie que le disputase la victoria. Fue todo un éxito.
Por la tarde realizaron el resto de pruebas. La primera consistía en trepar por una cuerda. Medulio no quedó mal clasificado, aunque hubo varios que lo superaron. A continuación se realizó el lanzamiento de jabalina. Como en los saltos, el resultado era el mejor de tres intentos. Poco a poco se fueron sucediendo los distintos lanzadores. Al final quedaban tan sólo los tres mejor clasificados, entre los que se encontraba Medulio. Entre los tres no había más de medio paso de diferencia. Al final Medulio consiguió su mejor marca con cincuenta y ocho pasos en su último lanzamiento. Ninguno de los otros dos pudo igualarlo.
A media tarde dio comienzo la competición de lucha. Los luchadores se distribuyeron por constitución y altura. A Medulio le tocó luchar con el segundo más alto y más fuerte del grupo. Éste le llevaba cuatro años. Su combate fue el último de los programados. La competición se desarrolló en un ambiente expectante y festivo. A medida que uno de los combatientes eliminaba al contrario, se iniciaba el combate siguiente. Por fin llegó la hora de la última pareja. Medulio asió por la cintura a su contrario y en el primer movimiento dio con él en tierra, pero éste se levantó como movido por un resorte. De nuevo los dos púgiles se asieron fuertemente por la cintura. Ambos midieron sus fuerzas como lo hicieran dos grandes osos. Tan pronto giraban sobre sus pies, como uno avanzaba haciendo retroceder al otro. Las fuerzas estaban bastante equilibradas, aunque la balanza se inclinaba siempre a favor de Medulio. Éste, que transpiraba por todos los poros de su piel, hizo una llave con un movimiento rápido con el que acabó con su contrincante en el suelo. Acto seguido le colocó la rodilla derecha en el pecho y le inmovilizó brazos y piernas. El combate había acabado. Todo el mundo aplaudía con entusiasmo al ganador del último combate, el más espectacular de todos.
Como cierre de la jornada, se celebraron las pruebas de equitación. En éstas sólo participaron seis jóvenes, los que tenían caballo, entre los que se encontraban Clouto y Medulio. La primera consistió en recorrer veinte veces el estadio. Los jinetes partieron todos juntos a una señal de Albano. Durante las diez primeras vueltas la carrera fue bastante igualada. Ninguno quería destacar. En la undécima vuelta ya hubo algún intento de escapada, pero los demás jinetes consiguieron remontar hasta el de cabeza para seguir igualados otras cinco vueltas más. En la vuelta diecisiete, comenzó de nuevo a atacar el que ya se había destacado en la undécima. En la dieciocho sacaba unos diez pasos a los demás. Clouto y Medulio decidieron salir en su caza, lo que lograron cuando iniciaban la vuelta diecinueve. Al empezar la vuelta número veinte, ambos se desmarcaron de su competidor para lanzarse en una vertiginosa carrera. Cuando faltaba menos de medio estadio, Medulio empezó a dejar atrás a Clouto que, no obstante, resistía con ahínco. Finalmente, Pegaso atravesó la línea de meta sacándole un cuerpo entero al caballo de Clouto. Una vez más Medulio se alzó con el triunfo.
La última prueba consistía en salvar con los caballos una serie de obstáculos que habían colocado en el recorrido que debían realizar. En esta prueba Medulio se quedó tercero, pues derribó dos obstáculos en su recorrido. El ganador los salvó todos limpiamente.
Ya se ocultaba el sol detrás de las montañas cuando Albano dio por terminados los juegos. Elaeso lo felicitó efusivamente por el éxito de los mismos y por el bello espectáculo que les había ofrecido. Fue un día maravilloso, digno de perpetrarse en el tiempo, que la gens del valle de Osimara tardaría en olvidar.
¡Mi enhorabuena por el espectáculo que nos has ofrecido, Albano! —le manifestó Elaeso con la mano extendida para estrechar la suya—. Ha sido un día inolvidable.
Gracias, Elaeso. Estoy muy orgulloso y muy satisfecho de lo conseguido.
Lo puedes estar. Hoy ha sido un día grande para ti y para todos nosotros. No lo olvidaré jamás.
Me honran tus palabras, Elaeso. No estaba muy seguro de si habría triunfado o no, pero después de oír tus elogios, ya no me queda ninguna duda.
Claro que has triunfado. Has triunfado no sólo con el espectáculo de hoy, sino, y eso es lo importante, con la preparación de nuestros hijos. Hoy hemos visto que nuestros hijos están perfectamente preparados para el combate. Lo que nos llena de orgullo.
En efecto. Todos ellos están preparados para combatir y luchar por su pueblo, en especial Medulio, que ya has visto que no nos ha dejado en mal lugar, ni a ti ni a mi.
Ya lo he visto y estoy muy orgulloso de él y de lo que has conseguido de él.
El mérito es principalmente suyo y no mío. Es fuerte y valiente. Además, tiene una voluntad imperturbable. Desde sus primeros años tomó conciencia de su papel y no ha querido defraudar a nadie.
Desde luego que no nos ha defraudado.
En aquel momento se acercaba a ellos Medulio, que llevaba por la rienda a Pegaso. Ambos sudorosos todavía por las pruebas realizadas.
¡Enhorabuena, hijo! —su padre lo estrechó entre sus brazos—. ¡Has estado maravilloso!
Gracias, padre.
Su madre se acercó a él para estrecharlo entre sus brazos con la cara llena de lágrimas de alegría.
¡Ven a mis brazos, hijo mío! —exclamó Genoveva con los brazos extendidos para abrazarlo—. Eres el mejor de todos. No hay quien te iguale.
Bueno, también puede ser que haya tenido suerte.
No seas modesto, hijo. Nadie te ha podido igualar. Eres muy superior a todos los demás, incluso a Clouto.
Tu madre tiene razón, hijo. Hoy has demostrado tus dotes de jefe de nuestro pueblo, algo que espero llegues a ser algún día. Estamos muy orgullosos de ello.
Gracias, padre. Intentaré no defraudaros.
Preceptor y familia se encaminaron hacia su casa. Albano al día siguiente dejaría el poblado. Su misión estaba cumplida.


© Julio Noel 

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