EPÍLOGO
Los romanos, después de la
derrota total de los astures, habían comenzado a explotar las minas
por muchas zonas del territorio astur, especialmente las metulas
en la zona de
Bergidum, que
con el tiempo serían las minas de oro más importantes del imperio.
Estaban horadando por todas partes el monte Tilenus,
con el fin de construir unos canales para llevar el agua a las
metulas. Para
ello empleaban millares de esclavos y un número indeterminado de
hombres libres, que vivían y trabajaban en condiciones infrahumanas.
Se cree que utilizaron alrededor de sesenta mil hombres. Les
obligaban a horadar las montañas para abrir túneles por donde
después discurriría el agua. La obra de ingeniería era fastuosa,
pero las condiciones de trabajo de aquellos hombres eran
infrahumanas. Muchos de ellos morían. Unos, por las condiciones
durísimas de los trabajos. Otros, por las enfermedades que los
mismos trabajos les producían, como la silicosis. Muchos,
sencillamente por accidentes laborales, ya que en cuantiosas
ocasiones tenían que trabajar colgados literalmente de cuerdas,
suspendidos sobre enormes abismos en los que acababan precipitándose.
El sistema de extracción utilizado para obtener el valioso metal era
el de ruina montium,
que consistía en
acumular un gran volumen de agua en grandes depósitos y soltarla
precipitadamente en el momento oportuno. De esta manera conseguían
erosionar la tierra. El ímpetu del agua arrastraba los materiales
más ligeros y blandos y depositaba los más pesados y duros, entre
ellos el oro. En los doscientos cincuenta años que duró la
explotación de las minas de las metulas,
se cree que
extrajeron la ingente cantidad de un millón quinientos mil
kilogramos del preciado metal. No en vano pretendieron conquistar
aquel territorio.
Éste fue, pues, el motivo
principal por el que lucharon durante más de diez años para
conquistarlo. Su ambición no tenía límites. No querían perder las
ingentes cantidades de oro que sus entrañas encerraban. Para
conseguir el orden y la paz en todo aquel territorio crearon la
ciudad de Asturica
Augusta, que en
un principio albergó a la
Legio X Gemina.
Desde
allí controlaban todas las explotaciones mineras de la zona y el
transporte del valioso metal a través de las calzadas que abrieron
para comunicar Asturica
con el resto de
Hispania. También
asentaron cerca de Lancia la Legio
VI Victrix, que con
el tiempo la sucedería la Legio
VII Gemina y entre
ambas darían origen a Legionem.
De esta manera
tenían controlado militarmente todo el territorio astur y los pocos
focos de insurgencia que surgían eran sofocados inmediatamente.
Por su parte, Fusco fue
recompensado por los romanos con el mando del campamento de Asturica
Augusta en premio
por su valiosa ayuda.
© Julio Noel
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