lunes, 31 de mayo de 2021

Lágrimas de plata en la noche

 


I


Tu luz plateada se derrama por las tinieblas

en el melancólico amanecer de la noche

como láctea llama sideral

que emblanquece las tenebrosas sombras del orbe.

Esplendente navegas por el río de plata

con tu carro de luz y tu cara de azogue,

vas sembrando vivo fuego de nieve

por los campos de estrellas que recorres.

Tu imagen de diosa redonda se refleja

en el cristal de las aguas dulces y salobres,

por todas partes esparces racimos de luz

y blancas sonrisas que iluminan la noche.

Cuando su manto extiende la alborada

tus blancas sonrisas y cara de plata escondes,

se apaga tu vivo fulgor de nieve

y te desvaneces tras el velo azul del orbe.







II


El silencio gritó a las estrellas azules

de la noche que vertía lágrimas de plata

en los aterciopelados labios del viento

y en el cristalino rumor del agua.

Las sombras morían en los brazos de la luna

y en el éter fluían besos de nácar,

mientras el arrebol de tu aroma encendía

las amapolas de tu linda cara.

En tus pétalos se posó un beso carmesí

y la luna lloró una lágrima de plata,

y en lo más hondo de mi corazón

se clavó el acíbar de una espina colorada.

Una lágrima de plata murió entre las nubes,

el silencio se ocultó en el viento y las ramas,

mi corazón un suspiro exhaló de dolor

y en tus labios se posó una roja fragancia.





III


Gotas de luna inundan el espejo del agua

en claras noches de estío,

mientras tus dulces besos, como rojos claveles,

al verde mar los lleva la corriente del río.

Tus aterciopelados labios destilan fuego

en el rosado amanecer de la alborada,

son como gotas de sangre

que por ti de mi corazón fueran arrancadas.

Tus doradas fragancias suspiran en el aire

cálidos aromas que ruborizan mis sueños

y de tu inmaculada cara manan raudales

de pétalos afelpados que se lleva el viento.

Gotas de luna inundan el espejo del agua

en blancas noches de estío,

mientras tu suspirar se diluye en las olas

de mi amor malherido.






IV


La luna lloraba en el cielo azul

lágrimas de plata que besaban el aroma

de tus pétalos. Una diadema de colores

el terciopelo aureolaba de tu corola,

mientras en mi dulce sueño te me apareciste

como la hija del mar y de las olas.

De tus labios emanaban cálidos efluvios

que encendían el velo de la aurora

y tu verde mirada hería mi alma

como afilada espina escondida entre rosas.

Robarte quise un furtivo beso

entre los suspiros de las ondas rumorosas,

pero te desvaneciste en las alas del viento

como lene y etérea mariposa

que iba nadando por el cielo azul

entre blancos sueños y cálidos aromas.





V


Tiembla la luz de la luna en las noches de mayo

sobre la blanca brisa de los verdes trigales,

por ella surcan los dulces aromas del tiempo

como albos bajeles en las ondas de los mares.

Pálidas se muestran las estrellas en el cielo

ante los claros destellos de plata,

sus resplandores blancos, amarillos y rojos

se difuminan bajo el velo de tu luz láctea.

Vuelan en el plateado silencio los perfumes

de tus encendidos y colorados corales

y en medio de ese silencio de plata

te ausentas suspendida en las alas de los ángeles.

Tiembla la luz de la luna en las noches de mayo

sobre la grupa de la brisa blanca

y toda mi amargura se la lleva el viento

adonde resplandecen los ojos de tu cara.







VI


En claras noches de luna paseo a la orilla

del verde mar para contemplar la voz del viento,

silenciosa resbala sobre las olas trémulas

para no estorbar tus dulces sueños.

La mar alborozada respira blanca sal

y una ola gigante rompe el silencio

de la clara noche de luna llena

que en su etéreo regazo guarda tus recuerdos.

La luna eleva su plateado velo a las nubes,

en las negras sombras se apaga la voz del viento,

el mar enmudece su monótona canción

para no estorbar tus dulces sueños.

En claras noches paseo a la orilla del mar

para ver pasar por tus manos la voz del viento,

mis lágrimas amargas se mezclan con las olas

y se pierden en lo más profundo del océano.





VII


Una clara noche de luna llena

te vi sola pasear a la orilla del río,

ibas de nieve vestida como una azucena

y tus manos semejaban dos albinos lirios.

La plateada cara de la luna

redonda se dibujaba en el fluvial espejo,

en el brillo de su azogue vi revolotear

el azabache de unos ojos negros.

En el dulce nacer de la risueña aurora

anacaradas perlas irisaron tus pétalos,

la cándida sonrisa de tu albina cara

inmaculada voló en las alas del viento.

Tu aroma resplandece en el oro de la tarde

como el fulgor del lucero del alba,

tus labios exhalan níveos efluvios al cielo

y tus ojos derraman al río blancas lágrimas.








VIII


Pálidos perfumes de plata llueve la luna

sobre dorados campos de trigo y amapolas,

irisados reflejos de las nevadas olas

resplandecen sonrientes en la hirviente laguna.

En los dorados hilos de la diosa Fortuna

brilló el colorado son de una barcarola,

era la voz del mar en una caracola

que se mecía en el blanco velo de la luna.

Por las veredas de Selene fluye mi pena

en pos de una voz que la llama en la lejanía

y que se oculta tras la sombra de un frenesí.

En su búsqueda mi alma recorrerá serena

la senda del esplín y de la melancolía:

¿hallaré en su níveo seno el amor que perdí?






IX


Con fuego de plata resplandeces en la noche

y en luz argentina vuelves la oscuridad,

silencio dorado que en la noche murmuras

palabras amorosas a las olas del mar.

Fuego plateado que abrasas las frías tinieblas

en las ondas etéreas de la nívea inmensidad,

diosa que cruzas el azul en carro argentino,

redonda luz que te bañas en la eternidad.

Eres un verso blanco en la línea del tiempo,

eres nívea copa llena de luz de azahar,

eres un poema albino en las oscuras sombras,

eres lluvia de luz que cae sobre el mar,

eres blanca rosa que las tinieblas apaga

cuando en mis desvelos no te puedo soñar,

eres la alba luz perenne

que rasga la oscuridad.







X


¡Llegué a enamorarme tanto de ti…!

Tu verde mirada de mí se esconde

en los azules topacios del océano

y en las tétricas tinieblas del orbe.

¡Luz plateada de tu redonda cara

que hiere mi pupila en la nívea noche,

abrasa con tu fuego glacial

la pena que mi corazón esconde!

Tu luz brilla como espejo de plata

en el velo azul de un mar sin nombre

y mi corazón de dolor sangra

por un amor que no le corresponde.

Tus sedosos cabellos de argentina

plata un blanco tul en el horizonte

tejen como artera telaraña

que aprisiona mis cárdenas aflicciones.





XI


Tus encantos se difuminaron en las sombras

como la luz en la oscuridad de la noche,

tus cálidos labios se volvieron fría plata

en las albinas montañas del gélido norte.

Un álgido beso de amor sentí en mi cara

cuando vi pasar tu estela en el horizonte,

fue la blanca brisa de tu sonoro silencio

que en sus delicadas alas portaba tu nombre.

De nieve se volvieron tus dorados cabellos

para bañar en luz la oscuridad de la noche

y tu mirada se perdió en el vasto universo

donde se licúan las sonrisas de los dioses.

Tu blanca faz reflejas en espejo de plata

como alba azucena que el rubor no conoce

y tus labios deslizas por blanda superficie

que con níveos besos mudas en plateado azogue.







XII


En las claras noches de luna llena

oigo tus suspiros a la orilla del mar,

de color violeta se cubre el aire cuando

tus pasos se pierden en la azul inmensidad.

Como cascada de plata cae tu cabellera

desvaneciendo las sombras de la oscuridad,

mis ojos atónitos permanecen

cuando ven tu redonda cara de níveo azahar.

Tu ingrávido manto de blanca seda

de candor cubre las esmeraldas verdemar;

sus azulados topacios y verdes turquesas,

para que tu risueña cara veas al pasar,

se transforman en un pulido espejo

donde el eco del aire se refleja al llorar.

Y cuando llega la suave alborada derramas

tus albinas lágrimas de luz y sal.





XIII

Una noche de luna llena llamé a tu puerta

en la inmensidad de tu morada.

Tu voz no vino a mí.

Se alejó en una carroza blanca

por el mar de las estrellas

en busca del reino de la nada.

Até al hilo de tu voz

el color de mis palabras,

pero se las llevó el viento

entre rojos suspiros y verdes lágrimas.

Me quedé a solas contemplando

la noche blanca.

¡Abre en mi pecho el río de tu voz para que

en mi corazón brote la luz de tu llama!








XIV


En tibias noches de estío,

cuando el aura liba aromas de la milenrama,

tu redonda cara peinas

en los níveos rizos de la corriente del agua.

Tu voz de plata surca las olas del espacio

en carroza de oro y grana

y su plateado eco rompe el oscuro silencio

de la noche estrellada.

Un etéreo manto argentino de suave seda

acaricia tus lágrimas,

cual las esencias carmesíes de las rosas que

besan los labios del alba.

En las fragantes noches del cálido verano

resuena en la cara del mar tu voz de plata,

como azogado espejo

que una a una refleja tus nacaradas palabras.






XV


En los brazos de la noche ardía el silencio

con la sonrisa de tu redonda luz de plata,

sus labios azules permanecían inmóviles

en el verde susurro que mecía las ramas.

Un gemido carmesí exhalaron tus pétalos

en lo profundo de la noche que ardía en llamas

cuando la roja pasión de unos fríos labios

arrancó el carmín de tu fragancia.

Cuando mis labios querían besar tus sueños

te desvaneciste en el inmenso mar de plata

y me dejaste inmerso en el color de tu aroma

en el silencio azul de la noche de nácar.

La nívea noche ardía en los brazos del silencio

y bajo la redonda sonrisa de tu cara,

mientras la pasión carmesí de mis labios

se derretía en el frenesí de tu fragancia.







XVI


Plateados rayos de luna

besaban las claras ondas del agua,

en su pulimentado espejo

sonreían los verdes ojos de una xana.

Hebras de oro y grana caían

sobre sus hombros y su espalda,

que bebían el aroma de su piel

entre efluvios de lirios y malvas.

La sonrisa de sus rojos labios

hería la luz del agua

en el silencio de la noche

que entre los árboles se ocultaba.

Una voz dulce y lastimera

se dejó oír a la luz del alba,

en el límpido brillo del cristal

ya no se veía la luna de plata.





XVII


Tu voz bañada en la blanca luna

con su luz hiere los hilos de plata

que un día tejió la hábil hilandera

en las cuerdas del arpa.

En el bosque umbrío y rumoroso,

por donde retozan las bellas xanas,

un plateado rayo de luna

se filtra por entre las verdes ramas.

En la oscura penumbra resplandecen

los centelleos de dos esmeraldas,

que raudos se diluyen en la niebla

de un velo azul y malva.

Es la luz de tus verdes ojos

que baña tu voz en la luna blanca

para que en la espesura nemorosa

de albura se vistan las xanas.





XVIII


El velo de la noche rasgaba la luna

con plateados rayos de lívido fulgor,

en el espejo del río absortos libaban

dos lirios su blanco amor.

El susurro duerme bajo la luz de plata

y las aguas ahogan su cristalina voz,

el suspiro de Eolo se detiene en las ramas:

en la fronda no hay clamor.

La noche clara respira silencio y calma,

la luna contempla su cara sin rubor,

las estrellas palidecen por no romper

el blanco idilio de amor.

El plateado brillo de la luna se apaga

rompiendo el espejo de la blanca ilusión,

el beso de los lirios se derrite en el aire:

se oye el llanto de una flor.






XIX


Volaré hasta los plateados cuernos de la luna

donde se fraguan todos mis sueños y quimeras,

libaré el néctar de las horas más placenteras

mecido en el fulgor de su argentina cuna.

Beberé en las relucientes alas de la luna

las cálidas fragancias de la primavera

y como áurea abeja libaré miel y cera

en la lejana orilla de la Estigia laguna.

Y cuando la luna vierta su níveo encanto

sobre el rizado espejo de la laguna etérea

y se rompan mis sueños de luz y color,

lloverá en mis ojos tan gran desencanto,

que hasta la más apartada región sidérea

llegarán los cárdenos latidos de mi dolor.








XX


Emerge la luna en el piélago de la noche

sobre fondo de tul en un carro de plata

tirado por alígeros corceles

que beben el viento entre azures y granas.

Emergen los aromas de tus besos

en el cielo azul de tu fragancia,

que beben ávidos mis ardorosos labios

entre arrebolados suspiros y dulces lágrimas.

Por las plateadas perlas van llorando

los enamorados sueños de mi nostalgia,

van suspendidos en alas de luz

en busca de suspiros de amor y de añoranzas.

Aromas de acíbar lloran unos rojos pétalos,

la luna llora lágrimas de plata

y de mi pasión los ojos lloran níveo fuego

en las sombras azules de la noche estrellada.





XXI


Llora la luna argentinas lágrimas de luz

en la colorada brisa de las amapolas,

mientras la verde esperanza de tu mirada

se oculta a mis ojos entre las negras sombras.

Lejos queda ya el ocaso envuelto en oro y grana

tras el paso inexorable de las lentas horas

y la luna avanza por el río de plata entre

cristalinos murmullos y silencios de frondas

que acarician el plácido sueño de la noche

con nítidas cadencias y cálidos aromas.

Las trémulas hojas de los álamos susurran

al aire suaves caricias enternecedoras,

son como dulces besos que se lleva el céfiro

en los nacáreos suspiros de una caracola.

Llora la luna plateadas lágrimas de luz

hasta que sonriente brilla el rostro de la aurora.








XXII


En el silencio azul de la lívida noche

los ojos de la luna lloraban luz de plata

que como mariposas se posaba en las flores

para acariciar, ay, la risa de su fragancia.

Las rosas sonreían al sosiego azul

con aromas carmesíes y granas

que arrebolaban los suspiros de mi pasión

en un frenesí de fuego y llamas.

¡Ay, qué tendrá el rubor de las rosas,

ay, qué tendrá, qué tendrá, que enciende tu cara

con el rojo carmín de las amapolas

en el silencio azul de la noche de plata!

No sé qué tienen los suspiros de las rosas

en las níveas noches de luna pálida,

no sé qué tienen que encienden tus amapolas

con el fuego del amor que mi pasión mata.




XXIII


Cuando la luna besa tus labios de grana

en la agitada calma de tus dulces colores,

el arrebolado aroma de tu piel exhala

encendidos silencios en la plateada noche.

Como colorados sueños que se desvanecen

en las cristalinas alas del viento del norte,

así mueren en los blancos labios de la luna

tus cálidas fragancias y encendidos olores.

Tus sonrojadas sonrisas vibran en el aire

en armonías carmesíes e ígneos acordes

que llevan el ardiente aroma de tus ensueños

a lejanos confines del inalcanzable orbe.

Cuando la luna derrama lágrimas de plata

entre suaves plumas y níveos algodones,

los arrebolados aromas de tu piel hierven

en el incandescente silencio de la noche.









XXIV


Cuando la luna llora lágrimas de plata

en el velo azul de la noche serena,

por el bosque sombrío el aroma resuena

de una casta flor de lis que mi pena mata.

Cuando los blancos efluvios de la azucena

lloran la fragancia de tu mirada ingrata,

hasta lo infinito del azul se dilata

el dolor que de amargura mi alma llena.

Tus esencias iluminan la noche oscura

que ciega los caminos por donde galopa

el enloquecido corcel de mi pasión.

Tu luz impoluta licúa la negrura

sobre el níveo seno de la plateada copa

que de agrios licores sacia mi corazón.





XXV


En los ojos de la luna se bañan las lágrimas

que arrullan el tedio que tu corazón alberga,

fluyen por los sedosos pétalos de tu cara

como níveo ramillete de plateadas perlas.

La luna suspira al ver tus lágrimas de plata

derretirse en los hálitos de tus ardientes penas

y el silencio de la noche huye entre las ramas

para cerrar sus ojos a tus amargas quejas.

Cálidos aromas orean la noche plateada

en los jardines donde florece la hierbabuena,

hieren el éter en busca de un beso del aura

en el argentino manto de la luna llena

y tus perlas doradas buscan la luz del alba

para olvidarse de su dolor y de sus penas:

gotas de rocío que besan en la alborada

los inmaculados labios de las azucenas.







XXVI


Las lágrimas de la luna lloran en la noche

cristalinos hilos de luz y plata

que envuelven el aroma púrpura de tus labios

en una sonrisa de nieve y nácar.

Una perla se esconde en el color de tus besos,

que revolotea entre lirios y dalias,

cuando mis lívidos labios querían besar

tu blanca sonrisa de nieve y nácar.

Bajo el argentino aroma de la medianoche,

que bebía el fuego de tu mirada,

vi arder el verdemar de las niñas de tus ojos

en suspiros de amor y dulces lágrimas.

Las cristalinas lágrimas que lloraba la luna

una noche llena de luz y plata

licuaron el aroma púrpura de tus labios

en una sonrisa de nieve y nácar.





XXVII


Lágrimas de nácar llora la luna

en los nevados labios de una rosa,

su inmaculado velo se derrama

por la frescura de su níveo aroma.

En el argentino espejo del río

reverberan unos ojos que lloran

flébiles lamentos de luz y plata

que flamean en las aguas rumorosas.

Un tierno suspiro se lleva el aura

prendido de sus alas incoloras,

es el blanco perfume de tus pétalos

que ilumina de la noche las sombras.

Cuando se apaga el lucero del alba

y extiende su áureo velo la aurora,

tus lágrimas de nácar se licúan

en los nevados labios de una rosa.







XXVIII


La dorada tarde se diluía soñolienta

en los lánguidos brazos de la noche,

sus bostezos de oro encendían las blancas nubes

que de carmín teñían el lejano horizonte.

Mientras tus rojos labios besaban el aroma

que suspiraban las fragantes flores del bosque,

el verde silencio de la noche se escuchaba

en las ramas de un rumoroso roble.

Un argentino rayo acarició una fragancia

azul en el sosegado sueño de la noche,

mientras un suspiro de amor risueño voló

de tus labios hasta la inmensidad del orbe.

Enternecedoras lágrimas derramó la luna

en un mar insondable de sueños e ilusiones

y en el profundo océano del amor fue sembrando

dulces flechas de Cupido y aromas de flores.





XXIX


¿Qué sentirás tú esta noche

cuando la luna suspire lágrimas de sangre?

¿Qué sentirás tú esta noche

cuando la luz plateada del cielo se apague?

Tus perlados labios llorarán rojos aromas

que se diluirán en el aire

como sedosas y arreboladas sonrisas

que se esconden entre los suspiros de los sauces.

Tu aterciopelada piel sentirá los besos

del suave aliento que el carmín de la noche esparce

en el océano de tu cetrina mirada

que bebe el color de los mares.

¿Qué sentirás tú esta noche

cuando la luna suspire lágrimas de sangre?

Sentirás dolor y nostalgia

por los amargos aromas de una dulce tarde.







XXX


Bajo la luz plateada de la luna libábamos

el agridulce aroma de la nieve salada

que volaba en las azules alas del céfiro

hasta los confines de mi cárdena nostalgia.

En tus ojos relucía el color de las olas,

de tus labios se escapaba un suspiro escarlata,

susurraba en los árboles el gemido del viento

y mi pasión encendía el rubor de tu cara.

La luz de las estrellas se desmayó en el cielo,

la luna lloró en el espejo del agua,

tus labios se ajaron cual pálidas amapolas,

de tus ojos se borró la luz esmeralda,

toda tú te esfumaste en los suspiros del tiempo

y te alejaste en los hilos de plata.

¿Por qué te perdí yo en aquella clara noche?

Hoy mi corazón sólo palpita amargas lágrimas.





XXXI


La luna llora lágrimas de plata

sobre el negro sudario de la noche,

cabalga en una carroza de nácar

tirada por dos corceles de bronce.

El color de sus labios me sonríe

cuando las campanas tocan las doce,

sus aromas ascienden carmesíes

como volutas hasta el azul orbe.

Mis labios besar quieren tus labios

en el mudo silencio de la noche,

pero tú te arrebolas en mis brazos

cuando el llanto de las rosas oyes.

¡Ay, qué tendrá, qué tendrá la luna,

que llora lágrimas de sangre esta noche!

¡Ay, qué tendrá, qué tendrá la luna,

para que su linda faz se sonroje!






XXXII


¡Yo no sé qué tiene la luna

que llora lágrimas de sangre,

yo no sé qué tiene la luna,

ay, que no quiere enamorarse!

Aromas carmesíes fluyen

entre las sonrisas del aire,

que besan tu frente de nácar

y tus rubíes de corales,

esencias y ambrosías que hieren

el oro y carmín de la tarde

cuando el color de tu mirada

vibra en el bramar de los mares.

¡Yo no sé qué tiene la luna

que llora lágrimas de sangre

cuando tu fragancia sonríe

en los labios de los rosales!





XXXIII

La luna se estremecía en la noche.

Una blanca mano tocaba dulce instrumento

que hacía palpitar el azul de las flores

en los níveos aromas que mecían mis sueños.

Las cálidas notas del violín se derramaban

por las rojas fragancias de los pétalos

entre los suaves susurros del aire

y las sutiles risas del apacible céfiro.

Una divina voz acariciaba mi alma

y unos rojos corales me robaban un beso,

entre dos lejanas estrellas vi aparecer

la delicada rosa de mis sueños.

La luna se estremecía en la noche

bajo las lágrimas que vertía el firmamento,

a través de los etéreos hilos de plata

te vi volar en las alas del viento.







XXXIV


En el horizonte lejano la luz se muere

y se derrite el oro de la tarde,

los labios de las sombras besaron el azul

en los suspiros del agua y las risas del aire.

Lágrimas de plata encienden el cielo

con el llanto de la luna que llora a raudales,

y el color de tus aromas hiere mi pecho co-

mo el carmín de la amapola los rubios trigales.

La luna enjuga su llanto en su velo de plata

y sus lágrimas derrama por tierras y mares,

y el color de tu sonrisa acaricia el perfume

de unos labios que mueren con la luz de la tarde.

El rojo carmesí de tu aroma rezuma

fuego en llamas en un corazón que arde

por la pasión de un amor que se fue

en los suspiros del agua y las risas del aire.



XXXV


Anhelos de nostalgia va sembrando la luna

por los azulados océanos de la noche

y sus lágrimas van urdiendo un cendal de plata

para velar el amor de dos corazones.

Un níveo susurro acaricia la piel del agua

cuando una roja fragancia en tus labios se esconde

y yo besar quisiera el carmín de esa fragancia

en el plateado silencio de la medianoche.

El susurro albino muere en la piel del agua

cuando el velo se oculta entre blancos algodones

y la caricia de mis labios se desvanece

en el idilio de una fragancia que se rompe.

Sueños de soledad va sembrando la luna

en los nostálgicos labios del viento del norte,

mientras el aroma carmesí de unos pétalos

se derrite en el fuego idílico de la noche.






XXXVI


Tus blancas exhalaciones subliman el mar

con etéreos pétalos de plateadas fragancias,

sus esmeraldas, topacios y berilos mudas

en límpida lámina azogada.

Son tus pétalos tenues alas de mariposa

que rompen el velo de la noche estrellada,

su nívea luz envuelve las tinieblas

en cristalino tul de azulada plata.

Selene te proclamaron en la Grecia antigua

por tu resplandeciente llama blanca,

argentina diosa de la noche eres

cuando brillas en lo alto con tus vestes de gala.

Tus candorosos labios sonríen en la noche

a las más etéreas y sublimes fragancias,

mientras el rumor del silencio hiere mis ojos

en el huir aterciopelado de la verde aura.





XXXVII


Lloran los ojos de la luna plateadas lágrimas

que se derriten en las tinieblas de la noche

para que tus esmeraldas vean el perfume

que derraman las rosas y las flores.

En el blanco silencio que relumbra

en el espejo de plata que enciende las sombras,

el color de tu verde mirada se disuelve

como la nívea espuma en el batir de las olas.

Por el candor de los hilos que teje la luna

se desliza el rojo frenesí de tu fragancia,

que hiere el argentino silencio de la noche

en los nítidos suspiros del agua.

De plata vierte la luna sus lágrimas

una radiante noche del caluroso estío

y de carmesí tiñe el aroma de tus besos

los sueños de amor de un corazón herido.







XXXVIII


La redonda luz de la luna se esparce

bajo el extenso manto azul de las estrellas,

sus lágrimas de plata besan los labios de las

rosas y el blanco aroma de las madreselvas.

Un cándido velo cubre su redonda cara,

ocultar quiere con él su pálida tristeza;

su pena se derrama por montañas y valles,

por mares y ríos, por desiertos y praderas

en cascadas de lívida luz que languidece

bajo el extenso manto azul de las estrellas.

Perfumes de oro fluyen por el río del alba

mientras la mortecina luna su cara vela,

los rosados labios de la naciente aurora

enjugan las frías lágrimas de las azucenas,

y el valle se llena de sonorosos silencios

y del amarillo canto de la oropéndola.





XXXIX


Emerge la redonda luz entre las tinieblas

para rodar por el océano de la noche,

en sus lágrimas de plata se ahoga la sonrisa

de las estrellas y el brumoso arrebol del orbe.

Sus blancas perlas besan el color de tus labios

y acarician los suspiros que exhalan las flores,

y el aroma carmesí de tus rojos pétalos

se diluye en la sonrisa del viento del norte.

Una cándida fragancia suspira en el aire

argentinas cadencias de celestes acordes,

que van sembrando en la noche plateada

lágrimas de luz y mal de amores.

De las sombras surge una luz redonda

que se sumerge en el piélago azul de la noche

para derramar lágrimas de plata

y robar el amor, ay, de dos corazones.






XL


En las sombras de la noche unas lágrimas llueven

níveos resplandores de luz y plata

que van apagando el fuego de una pasión

en un piélago de furor y rabia.

¡Ay, el aroma de unos arrebolados pétalos

besa los agrios suspiros que en la noche exhalan

unos labios rotos por el dolor

de un frenesí que a la luz de la luna se apaga!

Los inmaculados sueños de amor

que bebían el dulce carmín de tu fragancia

se desvanecieron en los níveos resplandores

que lloraban tus argentinas lágrimas.

La luna se ocultó en los besos de la noche,

manaron tus pétalos el color de su fragancia

y el fuego extinguido volvió a arder

en unos labios rotos por una luz de plata.






XLI


En las noches de estío, cuando la luna canta,

el iris de tus ojos luce en verdes luceros,

los aromas de tu piel acarician mi alma

y el éter de tus labios se derrite en el céfiro.

En las noches de estío, cuando la luna danza,

el carmesí de tu voz asciende a los cielos,

el rubí de tus pétalos de fuego se inflama

y de oro se rizan las guedejas de tu pelo.

En las noches de estío, cuando la luna llora,

una lluvia de cálidas fragancias suspira

en los aterciopelados labios de una rosa

que a los lastimeros ojos de la luna mira.

En las noches de estío, cuando la luna implora,

escondes tus besos entre la plácida brisa

del oreo que anuncia la sonrosada aurora

en el rasgado velo de la sombra que expira.







XLII


¡Ay, de ti cayeron las mariposas de luz

que bañaban las tinieblas con alas de plata

y sumergieron mis sueños de fantasía

en un verde mar de níveas lágrimas!

Lloraban a lo lejos las radiantes estrellas,

entre murmullos añiles y rojas fragancias,

destellos de amor que se escondían

en las alas de luz de tus nevadas lágrimas.

Gimieron los aromas de tus pétalos

colorados suspiros en la noche de plata

cuando posar quise en el rubor de tus labios

un beso de amor carmesí y grana.

¡Ay, ya no caen mariposas de luz en la noche,

ni mis sueños se sumergen en un mar de lágrimas,

ni tus pétalos gimen suspiros carmesíes,

ni mis labios besan rojas fragancias!





XLIII


La noche besa tus plateadas lágrimas

mientras su sonrisa silencia la bella aurora,

en el aire ríen besos de amor

y en los trigales, rojas amapolas.

La luna se va llorando por los verdes mares

y tu amor entre los pétalos de una flor llora,

el color de tus besos se posa en mis labios

como la sal en las esmeraldas de las olas.

Las plateadas perlas se rompen en los cristales

cuando la luna sobre el mar llora

y el aroma de tus besos se enciende

cuando en mis labios su dulce carmesí se posa.

La noche besa sus perlas de plata

mientras su blanca sonrisa se esconde en las sombras,

y el color de tus besos se posa en mis labios

y mi pasión se derrite en tus rojos aromas.






XLIV


Tu fuego de plata muerde las sombras

en el silencio azul de la noche estrellada

cuando los etéreos pájaros de cristal

enmudecen sus cantos de nostalgia.

Un suspiro emerge en la noche azul

del hondo abismo que esconde la pena de mi alma

y un aroma carmesí se estremece

en las lágrimas de tu inmaculada fragancia.

¡Ay, oyes pasar el pájaro azul del silencio

en las nevadas alas de la noche de plata

y no oyes la voz de mis suspiros

que se ahoga en el hondo abismo de mi garganta!

Los aterciopelados aromas de tus labios

apagan el silencio de la noche estrellada

y encienden el álgido fuego de mi corazón

que derrite el hondo océano de mi añoranza.





XLV


Tu redonda sonrisa de plata rasga el sueño

de la noche en una aureola de luz y nostalgia

por donde vuelan mis alados sueños

en busca de los rotos delirios de mi infancia.

En las nevadas alas de tu luz

mis éxtasis vuelan como mariposas blancas

que liban el elixir de tus labios

en el azul de la noche que arde en luz de plata.

En los argentinos susurros de tu cendal

se silencian mis más amargas lágrimas

que me traen esos lívidos recuerdos

encendidos con el aroma de la añoranza.

Tu nebulosa luz de plata rompe el cielo

en el silencio azul de la noche estrellada

y en el flameante océano de mis emociones

se rompe la aureola de mi nostalgia.







XLVI


Plateado rocío de nácar mana la luna

en el sombrío manto de la noche

cuando todo se viste de pálida luz

entre lívidos perfumes y níveos colores.

En un piélago de plata se ahogan los susurros

que temblorosas suspiran las flores

cuando el velo de tu pálida luz

de nieve viste las montañas y los alcores.

En el blanco silencio de la noche plateada

el sonreír de las cristalinas aguas se oye,

por ellas discurre la hiel de mis penas

a un océano de amarguras y sinsabores.

En tus labios se oye el suspiro de una fragancia

que se licúa en el rojo sonreír de las flores,

como cálidos aromas que se lleva el viento

hacia los lejanos jardines del níveo norte.




XLVII


Las lágrimas de la luna bañaban la noche

inmensa en sueños de luz y suspiros de plata

que retozaban por los reinos de las estrellas

como lenes mariposas y blancas fragancias.

Tus pupilas brillaban en la pálida luz

como los verdes suspiros de dos esmeraldas

que herir quisieran el dolor de mi corazón

con el acíbar de sus flechas envenenadas.

De tus labios brotaban esencias carmesíes

que diluían las penas de mi alma,

ay, en aromáticos elixires de amor

en un océano de luz y en un mar de lágrimas.

Blancas llamas ardían en el silencio de la

noche entre sueños de viejas nostalgias

que a mis olvidados recuerdos me traían

los ecos de mis penas más amargas.








XLVIII


Una lágrima le robé a la luna

en el velo azulado de la noche

cuando enjugaba su cara llorosa

con suaves y níveos algodones.

En tus labios deposité esa lágrima

para beber la miel de sus colores

y aspirar plácidamente el aroma

que en tu cetrina mirada se esconde.

Tu colorada sonrisa exhaló

un suspiro de fragancias y olores

cuando la luna asomaba su cara

con pausados guiños de plata y cobre.

Tu roja fragancia se marchitó

como el fugaz brillo de un asteroide

y la lágrima robada a la luna

de luz inundó el cielo del orbe.




XLIX


El negro velo de la noche se desgarraba

con los níveos suspiros de tu cara divina

que envolvían la luz de las estrellas

en azuladas lágrimas y pálidas sonrisas.

Bajo tu cendal de plata se esconde el fuego de

unos labios que con su frenesí acarician

el aroma de una arrobada rosa que llora

rojas lágrimas de pasión y dicha.

Sus rojas lágrimas arden en tu luz de plata

como álgidas ascuas encendidas

esperando abrasar la pasión de unos labios

que por su aroma carmesí suspiran.

La noche se envolvía en un velo de plata

que tus ojos con lágrimas tejían,

mientras la pasión de dos amantes corazones

en lágrimas de amor se derretía.







L


La luna no llora lágrimas de plata esta noche

ni se mira su cara en el espejo del río,

la luna ha escondido su risa de azucena

entre los blancos sueños del olvido.

Ya no exhalan colorados aromas las rosas

ni lloran níveas lágrimas los lirios,

ya el silencio de la noche se queda solo

entre la verde brisa de los chopos del río.

Ya no beso el aroma carmesí de tus labios,

ay, ni el rojo frenesí de nuestros delirios,

las suaves caricias de tus fragancias han muerto

entre los blancos sueños del olvido.

Ya no llorará más lágrimas de plata la luna

ni se mirará en el espejo del río

si el carmesí de tus aromas no se enciende

entre tus rojos labios y los míos.