Colofón
A
través del trabajo de investigación para documentar históricamente
esta novela, me he encontrado continuamente con la abundantísima
manipulación y tergiversación que se ha hecho de la auténtica
Historia de España a lo largo de los siglos. En la mayor parte de
los artículos consultados se hace constantemente alusión a Alfonso
VI como rey de Castilla, muy pocas veces como rey de León, y se
denomina a sus súbditos como castellanos o castellanoleoneses
—término que ni siquiera existe en la actualidad, menos aún en la
Edad Media—, pero nunca como leoneses. Resulta un poco extraño
esto cuando estamos hablando del reino de León, o como mucho de la
Corona de León, en la que se englobaban los reinos de León
—hegemónico—, Castilla y Galicia, con Portugal incluido en esta
última. La manipulación llega hasta el extremo de vedarte el acceso
a alguna página de Google, con la amenaza de que, si la abres, tu PC
va a resultar dañado. Con este aviso, que aparece en una página
entera marcada por una “X” sobre fondo rojo y la advertencia,
¿quién se va a atrever a abrirla? Nadie o sólo algún valiente que
no le importe arrojarse al fondo del piélago. Pero si alguien se
decide hacerlo, verá que allí tan sólo se habla de Alfonso VI en
el entorno de un congreso organizado en Sahagún de Campos, en el que
se trata, eso sí, de sacar a la luz pública la verdad histórica
sobre él y sobre el reino de León. Y ahí está el problema. ¿A
quién le interesa que se difunda la verdad histórica de León y,
por ende, de España? Yo diría que a nadie, al menos a nadie de los
que hoy tienen el poder en sus manos y que están muy a gusto con las
falsedades que se cuentan sobre la Historia de España. ¿Qué
importa León, qué importa su Historia, si para los estamentos
oficiales ni siquiera existe? León, para ellos, no es más que un
apéndice de Castilla. Pero yo me pregunto, y pregunto al lector,
¿por qué ese empeño por ocultar la Historia de León y todo lo que
concierne a éste?
También
he podido observar que la imagen de Alfonso VI ha sido empañada,
cuando no ninguneada, por la desmedida fama que le han dado al Cid
Campeador. Éste ha sido encumbrado a la cima más alta de la fama
sin que sus méritos fueran tantos, todo ello gracias al famoso Poema
de Mío Cid y a la Historia
Roderici, que ponderaron
su fama sin límites y sin ajustarse en absoluto a la verdad
histórica. Rodrigo Díaz de Vivar fue más bien un hombre demasiado
ambicioso y pegado al oro andalusí y un vasallo demasiado díscolo
con su señor, que no tuvo más opción que castigarlo con sendos
destierros ante su petulancia e insubordinación. En contra de lo que
dice el Cantar,
después de seguir las gestas del gran rey leonés, debo terminar la
presente obra con la siguiente frase lapidaria: ¡qué
gran señor a pesar de no haber tenido un buen vasallo!
El
Autor.
© Julio Noel
No hay comentarios:
Publicar un comentario