Ya no manan mis ojos lágrimas de sal,
ya se han detenido los latidos de mi corazón.
Sigo prisionero en la amargura de mi soledad
en un espacio
sin tiempo,
sigo buscando
el ángulo de la luz
en la amplitud de la oscuridad.
En la cárcel de amargura ya no hay puertas para la libertad,
sólo angostas ventanas para el olvido por donde entra el aire
húmedo de la nostalgia, la lluvia amarilla
del recuerdo,
a veces
las notas de un ruiseñor herido.
Las fuentes de mi corazón ya no manan
y mis ojos se han quedado sin latidos.
De Cárcel de amargura
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