Las lágrimas eran lentas en la blancura de la inocencia,
lentas en la incertidumbre del miedo,
lentas
en la lentitud de las horas,
lentas en el ritmo amarillo del tiempo.
Por la fragancia de las azucenas
ascendía el dolor del engaño hasta cegar la luz de unos
ojos inmaculados.
Por los latidos de sus venas fluía hasta la mansedumbre
de sus corazones
rotos en el límite de su abandono,
heridos en la candidez de su mentira.
Dibujó el signo del miedo en la mueca de
sus labios
antes de apagar su última esperanza.
Cárcel de amargura llena de olvido y espanto.
De Cárcel de amargura
No hay comentarios:
Publicar un comentario