Crujía el frío entre lienzos blancos y los suspiros se congelaban
en el silencio.
La tristeza cristalizaba en la nieve
de los lirios que soñaban
con el calor
de unos abrazos perdidos
y la angustia descendía lentamente hasta la orilla
de mi corazón helado.
Una lágrima rota por el miedo
se deslizaba
lentamente
por el borde de la amargura
hasta besar la embozadura del frío.
La noche con sus álgidos dedos sellaba el dolor
de mis labios heridos.
De Cárcel de amargura
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