Tuve miedo y frío al ver la profundidad del odio.
Una mirada llena de rencor descendía hasta la altura
del abandono: en lo más hondo de su abismo
se dibujaba la mueca del horror.
Tuve miedo y frío.
Por la orilla de mi desencanto
discurría un río de dolor
que esparcía mi llanto
por la interminable llanura del sufrimiento.
Y las horas no tenían fin.
Tuve miedo y frío pero la misericordia no era mi camino.
Mis ojos buscaban la luz en la oscuridad
de la noche
y la noche sólo me traía un amargo despertar.
Tuve miedo y frío en mi soledad.
De Cárcel de amargura
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