Tenía frío y tú mirabas para otro lado. Como el sigilo de una sombra
te acercabas a mi lecho para regocijarte en mi dolor.
Y la noche caía sobre mi llanto
que resbalaba
por los párpados del miedo.
Y mis suspiros se congelaban en el frío.
Una sonrisa diabólica se escapó de la mueca de tus labios
hasta herir mi corazón:
mis manos temblaron en la soledad
del abandono
mientras una chiribita de rencor
iluminaba la espesura
del silencio.
Te alejaste
con pasos perdidos
en la oscuridad de la noche
para que mi llanto anegara la altura del dolor.
De Cárcel de aamargura
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