Cuando en la blanca brisa de una noche de estío
aspiro el cálido aroma de tus rojos labios,
hasta mis pupilas llega la fragancia azul
de los heliotropos que beben la luz del lago.
El suave susurro de las flores que suspiran
aromas y esencias en la placidez del campo
adormece los violáceos gemidos del céfiro
en el verde silencio de los álamos.
La azulada noche respira aromas de rosas
en la quietud del silencio a la orilla del lago,
mientras dos luceros enjugan sus glaucas lágrimas
en la etérea bruma de un desengaño.
Cuando una blanca noche de estío se diluye
en el éter la dulce caricia de tus manos,
un níveo susurro se expande hacia las estrellas
entre llanto de flores y azules topacios.
De Aromas de nostalgia
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