Bajo la mirada de espanto, ¡qué enorme amargura
en la noche sin fondo!
Bajo las ascuas ardientes,
¡qué helor tan agudo hería la paz de mis huesos!
El campo sonreía en la mirada de las flores y en la transparencia
azul del aire,
pero el odio de unos ojos rabiosos se clavaba
en el rubor de mis pasos
como el flagelo de la libertad.
Mis pies huían por el frescor de la hierba
y se deslizaban por la pendiente de los sueños hasta vislumbrar
la luz.
Mas, ay, mis pasos ruborizados
tenían que regresar al hato bajo el peso abrumador
de la tenebrosa mirada.
¡Oh hiel en labios sedientos de dulzor!
De Cárcel de amargura
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