Una sombra deambulaba por los pasadizos del dolor.
Tuve miedo. Unos ojos me miraban desde unas
cuencas vacías y como un pájaro negro
surgió una voz de la profundidad
de una boca sin rostro.
Tuve miedo.
El silencio
se agarrotó en
los barrotes invisibles
de mi prisión y un halo de
tristeza se posó sobre el sudor de
mi piel. Mis manos describieron el círculo
del llanto
y en lo hondo de mi corazón se precipitó un
río de amargura. Tuve miedo y frío
de mi soledad.
De Cárcel de amargura
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