Tengo frío en las horas deshabitadas. Tengo frío
al lado de tanto olvido y abandono.
Un mar de amargura asciende por la orilla de la soledad hasta morder la piel
de mi desengaño.
Y hay pájaros que caen fulminados por la frialdad
de una mirada. Y hay lirios blancos
que se marchitan por el roce
de unos ojos gélidos.
Y hay sufrimiento
en unas manos tiernas que tocan la aspereza de una voz sin rostro.
He subido hasta el límite de la misericordia y tengo frío.
He subido hasta el límite del dolor
y sigo teniendo frío.
En las tétricas mazmorras de la soledad
no hay luz para un pájaro cautivo.
De Cárcel de amargura
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