Un tul de seda cubría de melancolía mi llanto,
mi llanto que se ahogaba en la curvatura del tiempo,
mi llanto que moría en la negrura
de un graznido.
Los pájaros se hundían en la oquedad de su vuelo
perseguidos por el rubor del alba,
perseguidos por el azul
del cielo.
Y mis ojos
sólo veían una sombra que crascitaba la quietud
del silencio.
Azucenas encendidas como amapolas
recitaban plegarias de amor que resbalaban
por sus labios yertos
y una añoranza sin fin ondeaba en la suavidad
de mis sueños.
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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