Desde la hondura de mi abandono vi cómo se derramaba una lluvia
de melancolía por los labios de la inocencia,
vi cómo se diluía el blancor de unos
pétalos en la negrura de una sombra solitaria,
en la negrura
de un cuervo rencoroso.
Desde la hondura de mi abandono
pude ver la inquina de una mirada que caía sobre mi espanto,
que caía sobre el dolor de mi destino.
Lejos,
muy lejos de mí,
quedaba la luz amada,
la claridad que envolvía mis sueños,
el blanco arrullo de la paloma,
la sinfonía polícroma del jilguero.
Desde la hondura de mi abandono pude ver los ojos
del recuerdo.
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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