Tenía frío y miedo en la soledad del abandono.
Tenía frío y miedo en el desamparo de la melancolía.
Eran suaves como el terciopelo de las rosas las lágrimas
que caían de su llanto, pero tú
te regocijabas del dolor que manaba de su pecho herido.
La amargura de su corazón ascendía por las paredes del
silencio hasta lo más sombrío de la noche,
hasta la frialdad de tu mirada,
hasta la hondura de tu odio.
El hielo de tus ojos se clavaba en la blancura
de su inocencia
como aceradas espinas que hirieran
la suavidad del rocío.
Y de tus labios brotaba una lluvia de resentimiento
que anegaba la prisión del abandono y la soledad.
De Cárcel de amargura
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