Era suave la transparencia de la mañana que penetraba en la luz
de mis ojos. Se posaba como un velo de ternura
en la orilla de mi soledad.
Era como un perfume
de violetas
que se arrastrara
por el aroma de la hierba,
como una fragancia lumínica que acariciara el cielo añil,
como la inocencia de la blancura que cayera sobre las cadenas
de mi dolor.
¡Ay!,
una sombra sin rostro rompió la transparencia de la mañana
y de nuevo bebí el acíbar de mi prisión.
Pájaro de luz, ¿volveré a volar algún día en la tersura
de tus alas?
De Cárcel de amargura
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