El dolor de la soledad yace a mi lado como perro herido.
A veces husmea el olor de la amargura y antes de
reclinarse en mi costado
emite profundos
y lastimeros alaridos que traspasan la evocación de mi
engaño.
En la noche de mi dolor
ya no hay tiempo para la añoranza,
ya no hay tiempo para la verdad,
ya no hay tiempo para la luz,
sólo para la soledad.
En la amargura de mi engaño hay una mueca de rencor
que persigue la soledad de mis pasos.
De Cárcel de amargura