Un jardín de inocencia se abre a los lirios y su blancura
se derrama por el borde del miedo. Hay gritos
de espanto que se esconden en las lágrimas del abandono
por no ver la mueca del dolor en el reflejo cárdeno
de una mirada.
Hay suspiros que mueren
en los latidos de un corazón roto
en la soledad y el olvido como pájaros
azules
que huyen de la tristeza en un horizonte sin límites.
¡Ah quién pudiera poseer las alas de la levedad para
huir de las ligaduras del miedo!
¡Ah quién pudiera volar por la blandura de los sueños
hacia la blancura
de la luz
y no regresar jamás!
De Cárcel de amargura
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