Vi el odio rezumando de lo amarillo de una mirada
y azucenas petrificadas en la amargura.
Sonrisas congeladas en las grietas del tiempo.
Lágrimas aciduladas que resbalaban por el río de la nostalgia
hasta el mar del abandono
y la soledad.
Vi llantos como niños
abandonados en lo más hondo de la noche
y la tristeza derramada en la ternura de unas manos.
Vi el miedo de unos ojos que se estrellaba
en la dureza de una mirada
y el amago de una palabra que moría
en una garganta rota por el espanto.
El verdor de su amargura goteó por la comisura
de unos labios.
De Cárcel de amargura
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