Los rigores del invierno me llevaron a la blancura de la inocencia
y caí en sus brazos como en la blandura del rocío.
Bebí los aires
de la libertad
como pájaro que atraviesa
la transparencia del frío. Bebí la luz,
bebí el tiempo
y descendí la espiral del silencio con pies alados.
Volé como el viento por desiertos inmensos y mares agitados,
pero una cruel mirada rompió mi sueño.
De mis labios se derramó un largo suspiro
que mancilló el blancor de los lirios
y una lágrima
colmó de amargura la dulzura del candor.
¡Oh vuelo encadenado a la prisión del dolor!
De Cárcel de amargura
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