miércoles, 10 de abril de 2024

Eran días tristes que caían como gotas de acíbar en los latidos

 

Eran días tristes que caían como gotas de acíbar en los latidos

de mi corazón,

días tan largos, tan largos, que no tenían fin,

días en que la soledad era la única compañera de mi dolor.

Por las bardas de la tristeza veía asomarse el aullido

del abandono

con una sonrisa llena de espanto

que se burlaba de mí.

Eran horas largas

que se arrastraban lentamente

sobre la amargura de unos labios

que ya no sabían llorar, sobre la melancolía

de unos ojos que ya no tenían nada que decir, sobre

el silencio de unos oídos ciegos que ya nada podían ver.

Y sobre mi suplicio se derramaba

la sombra del odio.

De Cárcel de amargura 

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