La mueca del horror recorría los corredores de la soledad
envuelta en un manto de silencio.
Bocas asustadas se escondían bajo el embozo del frío
y miradas atónitas callaban tras las celosías
del miedo.
Una atmósfera gélida sembraba
el dolor en los corazones
mientras por las paredes de la iniquidad trasminaba una gota de júbilo.
¡Ah el miedo!, ¡ah el frío!
Había lágrimas suspendidas en bocas de espanto,
suspiros congelados en ojos desorbitados,
dedos entumecidos en los círculos del tiempo.
Y el frío y el miedo seguían sembrando lágrimas de amargura
en corazones desamparados.
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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