La amargura del llanto resbala por las paredes del dolor
hasta hundirse en la ausencia infinita.
En la profundidad de la noche ya no se escucha el lamento
de una madre ni la misericordia de un Dios ausente.
Y yo he llegado al límite del abandono y la luz,
he llegado al final del olvido.
¡Ah, quién fuera viento para atravesar los espacios!
¡Ah, quién fuera pájaro para volar en las alas
de la libertad,
águila que se elevara hasta las nubes,
cóndor que rasgara los cielos!
¡Quién pudiera romper para siempre las cadenas
de esta prisión y no volver a beber jamás
la amargura del océano
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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