Palmadas de espanto siembran el horror en la blandura
del sueño y unas alas blancas rozan
el hastío de mi corazón.
En la penumbra de la soledad se escucha
el eco de una voz que eleva plegarias al orden
infinito:
se clavan en mi dolor
como espinas lacerantes que hieren el llanto del olvido.
Lágrimas de ira rompen mi corazón.
¡Ah el llanto!,
¡ah el dolor!
Una luz fría asciende por el alba
sin caminos hasta la plenitud de los pájaros
que beben la libertad del viento.
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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