I
Tu luz plateada se derrama por las tinieblas
en el melancólico amanecer de la noche
como láctea llama sideral
que emblanquece las tenebrosas sombras del orbe.
Esplendente navegas por el río de plata
con tu carro de luz y tu cara de azogue,
vas sembrando vivo fuego de nieve
por los campos de estrellas que recorres.
Tu imagen de diosa redonda se refleja
en el cristal de las aguas dulces y salobres,
por todas partes esparces racimos de luz
y blancas sonrisas que iluminan la noche.
Cuando su manto extiende la alborada
tus blancas sonrisas y cara de plata escondes,
se apaga tu vivo fulgor de nieve
y te desvaneces tras el velo azul del orbe.
II
El silencio gritó a las estrellas azules
de la noche que vertía lágrimas de plata
en los aterciopelados labios del viento
y en el cristalino rumor del agua.
Las sombras morían en los brazos de la luna
y en el éter fluían besos de nácar,
mientras el arrebol de tu aroma encendía
las amapolas de tu linda cara.
En tus pétalos se posó un beso carmesí
y la luna lloró una lágrima de plata,
y en lo más hondo de mi corazón
se clavó el acíbar de una espina colorada.
Una lágrima de plata murió entre las nubes,
el silencio se ocultó en el viento y las ramas,
mi corazón un suspiro exhaló de dolor
y en tus labios se posó una roja fragancia.
III
Gotas de luna inundan el espejo del agua
en claras noches de estío,
mientras tus dulces besos, como rojos claveles,
al verde mar los lleva la corriente del río.
Tus aterciopelados labios destilan fuego
en el rosado amanecer de la alborada,
son como gotas de sangre
que por ti de mi corazón fueran arrancadas.
Tus doradas fragancias suspiran en el aire
cálidos aromas que ruborizan mis sueños
y de tu inmaculada cara manan raudales
de pétalos afelpados que se lleva el viento.
Gotas de luna inundan el espejo del agua
en blancas noches de estío,
mientras tu suspirar se diluye en las olas
de mi amor malherido.
IV
La luna lloraba en el cielo azul
lágrimas de plata que besaban el aroma
de tus pétalos. Una diadema de colores
el terciopelo aureolaba de tu corola,
mientras en mi dulce sueño te me apareciste
como la hija del mar y de las olas.
De tus labios emanaban cálidos efluvios
que encendían el velo de la aurora
y tu verde mirada hería mi alma
como afilada espina escondida entre rosas.
Robarte quise un furtivo beso
entre los suspiros de las ondas rumorosas,
pero te desvaneciste en las alas del viento
como lene y etérea mariposa
que iba nadando por el cielo azul
entre blancos sueños y cálidos aromas.
V
Tiembla la luz de la luna en las noches de mayo
sobre la blanca brisa de los verdes trigales,
por ella surcan los dulces aromas del tiempo
como albos bajeles en las ondas de los mares.
Pálidas se muestran las estrellas en el cielo
ante los claros destellos de plata,
sus resplandores blancos, amarillos y rojos
se difuminan bajo el velo de tu luz láctea.
Vuelan en el plateado silencio los perfumes
de tus encendidos y colorados corales
y en medio de ese silencio de plata
te ausentas suspendida en las alas de los ángeles.
Tiembla la luz de la luna en las noches de mayo
sobre la grupa de la brisa blanca
y toda mi amargura se la lleva el viento
adonde resplandecen los ojos de tu cara.
VI
En claras noches de luna paseo a la orilla
del verde mar para contemplar la voz del viento,
silenciosa resbala sobre las olas trémulas
para no estorbar tus dulces sueños.
La mar alborozada respira blanca sal
y una ola gigante rompe el silencio
de la clara noche de luna llena
que en su etéreo regazo guarda tus recuerdos.
La luna eleva su plateado velo a las nubes,
en las negras sombras se apaga la voz del viento,
el mar enmudece su monótona canción
para no estorbar tus dulces sueños.
En claras noches paseo a la orilla del mar
para ver pasar por tus manos la voz del viento,
mis lágrimas amargas se mezclan con las olas
y se pierden en lo más profundo del océano.
VII
Una clara noche de luna llena
te vi sola pasear a la orilla del río,
ibas de nieve vestida como una azucena
y tus manos semejaban dos albinos lirios.
La plateada cara de la luna
redonda se dibujaba en el fluvial espejo,
en el brillo de su azogue vi revolotear
el azabache de unos ojos negros.
En el dulce nacer de la risueña aurora
anacaradas perlas irisaron tus pétalos,
la cándida sonrisa de tu albina cara
inmaculada voló en las alas del viento.
Tu aroma resplandece en el oro de la tarde
como el fulgor del lucero del alba,
tus labios exhalan níveos efluvios al cielo
y tus ojos derraman al río blancas lágrimas.
VIII
Pálidos perfumes de plata llueve la luna
sobre dorados campos de trigo y amapolas,
irisados reflejos de las nevadas olas
resplandecen sonrientes en la hirviente laguna.
En los dorados hilos de la diosa Fortuna
brilló el colorado son de una barcarola,
era la voz del mar en una caracola
que se mecía en el blanco velo de la luna.
Por las veredas de Selene fluye mi pena
en pos de una voz que la llama en la lejanía
y que se oculta tras la sombra de un frenesí.
En su búsqueda mi alma recorrerá serena
la senda del esplín y de la melancolía:
¿hallaré en su níveo seno el amor que perdí?
IX
Con fuego de plata resplandeces en la noche
y en luz argentina vuelves la oscuridad,
silencio dorado que en la noche murmuras
palabras amorosas a las olas del mar.
Fuego plateado que abrasas las frías tinieblas
en las ondas etéreas de la nívea inmensidad,
diosa que cruzas el azul en carro argentino,
redonda luz que te bañas en la eternidad.
Eres un verso blanco en la línea del tiempo,
eres nívea copa llena de luz de azahar,
eres un poema albino en las oscuras sombras,
eres lluvia de luz que cae sobre el mar,
eres blanca rosa que las tinieblas apaga
cuando en mis desvelos no te puedo soñar,
eres la alba luz perenne
que rasga la oscuridad.
X
¡Llegué a enamorarme tanto de ti…!
Tu verde mirada de mí se esconde
en los azules topacios del océano
y en las tétricas tinieblas del orbe.
¡Luz plateada de tu redonda cara
que hiere mi pupila en la nívea noche,
abrasa con tu fuego glacial
la pena que mi corazón esconde!
Tu luz brilla como espejo de plata
en el velo azul de un mar sin nombre
y mi corazón de dolor sangra
por un amor que no le corresponde.
Tus sedosos cabellos de argentina
plata un blanco tul en el horizonte
tejen como artera telaraña
que aprisiona mis cárdenas aflicciones.
XI
Tus encantos se difuminaron en las sombras
como la luz en la oscuridad de la noche,
tus cálidos labios se volvieron fría plata
en las albinas montañas del gélido norte.
Un álgido beso de amor sentí en mi cara
cuando vi pasar tu estela en el horizonte,
fue la blanca brisa de tu sonoro silencio
que en sus delicadas alas portaba tu nombre.
De nieve se volvieron tus dorados cabellos
para bañar en luz la oscuridad de la noche
y tu mirada se perdió en el vasto universo
donde se licúan las sonrisas de los dioses.
Tu blanca faz reflejas en espejo de plata
como alba azucena que el rubor no conoce
y tus labios deslizas por blanda superficie
que con níveos besos mudas en plateado azogue.
XII
En las claras noches de luna llena
oigo tus suspiros a la orilla del mar,
de color violeta se cubre el aire cuando
tus pasos se pierden en la azul inmensidad.
Como cascada de plata cae tu cabellera
desvaneciendo las sombras de la oscuridad,
mis ojos atónitos permanecen
cuando ven tu redonda cara de níveo azahar.
Tu ingrávido manto de blanca seda
de candor cubre las esmeraldas verdemar;
sus azulados topacios y verdes turquesas,
para que tu risueña cara veas al pasar,
se transforman en un pulido espejo
donde el eco del aire se refleja al llorar.
Y cuando llega la suave alborada derramas
tus albinas lágrimas de luz y sal.
XIII
Una noche de luna llena llamé a tu puerta
en la inmensidad de tu morada.
Tu voz no vino a mí.
Se alejó en una carroza blanca
por el mar de las estrellas
en busca del reino de la nada.
Até al hilo de tu voz
el color de mis palabras,
pero se las llevó el viento
entre rojos suspiros y verdes lágrimas.
Me quedé a solas contemplando
la noche blanca.
¡Abre en mi pecho el río de tu voz para que
en mi corazón brote la luz de tu llama!
XIV
En tibias noches de estío,
cuando el aura liba aromas de la milenrama,
tu redonda cara peinas
en los níveos rizos de la corriente del agua.
Tu voz de plata surca las olas del espacio
en carroza de oro y grana
y su plateado eco rompe el oscuro silencio
de la noche estrellada.
Un etéreo manto argentino de suave seda
acaricia tus lágrimas,
cual las esencias carmesíes de las rosas que
besan los labios del alba.
En las fragantes noches del cálido verano
resuena en la cara del mar tu voz de plata,
como azogado espejo
que una a una refleja tus nacaradas palabras.
XV
En los brazos de la noche ardía el silencio
con la sonrisa de tu redonda luz de plata,
sus labios azules permanecían inmóviles
en el verde susurro que mecía las ramas.
Un gemido carmesí exhalaron tus pétalos
en lo profundo de la noche que ardía en llamas
cuando la roja pasión de unos fríos labios
arrancó el carmín de tu fragancia.
Cuando mis labios querían besar tus sueños
te desvaneciste en el inmenso mar de plata
y me dejaste inmerso en el color de tu aroma
en el silencio azul de la noche de nácar.
La nívea noche ardía en los brazos del silencio
y bajo la redonda sonrisa de tu cara,
mientras la pasión carmesí de mis labios
se derretía en el frenesí de tu fragancia.
XVI
Plateados rayos de luna
besaban las claras ondas del agua,
en su pulimentado espejo
sonreían los verdes ojos de una xana.
Hebras de oro y grana caían
sobre sus hombros y su espalda,
que bebían el aroma de su piel
entre efluvios de lirios y malvas.
La sonrisa de sus rojos labios
hería la luz del agua
en el silencio de la noche
que entre los árboles se ocultaba.
Una voz dulce y lastimera
se dejó oír a la luz del alba,
en el límpido brillo del cristal
ya no se veía la luna de plata.
XVII
Tu voz bañada en la blanca luna
con su luz hiere los hilos de plata
que un día tejió la hábil hilandera
en las cuerdas del arpa.
En el bosque umbrío y rumoroso,
por donde retozan las bellas xanas,
un plateado rayo de luna
se filtra por entre las verdes ramas.
En la oscura penumbra resplandecen
los centelleos de dos esmeraldas,
que raudos se diluyen en la niebla
de un velo azul y malva.
Es la luz de tus verdes ojos
que baña tu voz en la luna blanca
para que en la espesura nemorosa
de albura se vistan las xanas.
XVIII
El velo de la noche rasgaba la luna
con plateados rayos de lívido fulgor,
en el espejo del río absortos libaban
dos lirios su blanco amor.
El susurro duerme bajo la luz de plata
y las aguas ahogan su cristalina voz,
el suspiro de Eolo se detiene en las ramas:
en la fronda no hay clamor.
La noche clara respira silencio y calma,
la luna contempla su cara sin rubor,
las estrellas palidecen por no romper
el blanco idilio de amor.
El plateado brillo de la luna se apaga
rompiendo el espejo de la blanca ilusión,
el beso de los lirios se derrite en el aire:
se oye el llanto de una flor.
XIX
Volaré hasta los plateados cuernos de la luna
donde se fraguan todos mis sueños y quimeras,
libaré el néctar de las horas más placenteras
mecido en el fulgor de su argentina cuna.
Beberé en las relucientes alas de la luna
las cálidas fragancias de la primavera
y como áurea abeja libaré miel y cera
en la lejana orilla de la Estigia laguna.
Y cuando la luna vierta su níveo encanto
sobre el rizado espejo de la laguna etérea
y se rompan mis sueños de luz y color,
lloverá en mis ojos tan gran desencanto,
que hasta la más apartada región sidérea
llegarán los cárdenos latidos de mi dolor.
XX
Emerge la luna en el piélago de la noche
sobre fondo de tul en un carro de plata
tirado por alígeros corceles
que beben el viento entre azures y granas.
Emergen los aromas de tus besos
en el cielo azul de tu fragancia,
que beben ávidos mis ardorosos labios
entre arrebolados suspiros y dulces lágrimas.
Por las plateadas perlas van llorando
los enamorados sueños de mi nostalgia,
van suspendidos en alas de luz
en busca de suspiros de amor y de añoranzas.
Aromas de acíbar lloran unos rojos pétalos,
la luna llora lágrimas de plata
y de mi pasión los ojos lloran níveo fuego
en las sombras azules de la noche estrellada.
XXI
Llora la luna argentinas lágrimas de luz
en la colorada brisa de las amapolas,
mientras la verde esperanza de tu mirada
se oculta a mis ojos entre las negras sombras.
Lejos queda ya el ocaso envuelto en oro y grana
tras el paso inexorable de las lentas horas
y la luna avanza por el río de plata entre
cristalinos murmullos y silencios de frondas
que acarician el plácido sueño de la noche
con nítidas cadencias y cálidos aromas.
Las trémulas hojas de los álamos susurran
al aire suaves caricias enternecedoras,
son como dulces besos que se lleva el céfiro
en los nacáreos suspiros de una caracola.
Llora la luna plateadas lágrimas de luz
hasta que sonriente brilla el rostro de la aurora.
XXII
En el silencio azul de la lívida noche
los ojos de la luna lloraban luz de plata
que como mariposas se posaba en las flores
para acariciar, ay, la risa de su fragancia.
Las rosas sonreían al sosiego azul
con aromas carmesíes y granas
que arrebolaban los suspiros de mi pasión
en un frenesí de fuego y llamas.
¡Ay, qué tendrá el rubor de las rosas,
ay, qué tendrá, qué tendrá, que enciende tu cara
con el rojo carmín de las amapolas
en el silencio azul de la noche de plata!
No sé qué tienen los suspiros de las rosas
en las níveas noches de luna pálida,
no sé qué tienen que encienden tus amapolas
con el fuego del amor que mi pasión mata.
XXIII
Cuando la luna besa tus labios de grana
en la agitada calma de tus dulces colores,
el arrebolado aroma de tu piel exhala
encendidos silencios en la plateada noche.
Como colorados sueños que se desvanecen
en las cristalinas alas del viento del norte,
así mueren en los blancos labios de la luna
tus cálidas fragancias y encendidos olores.
Tus sonrojadas sonrisas vibran en el aire
en armonías carmesíes e ígneos acordes
que llevan el ardiente aroma de tus ensueños
a lejanos confines del inalcanzable orbe.
Cuando la luna derrama lágrimas de plata
entre suaves plumas y níveos algodones,
los arrebolados aromas de tu piel hierven
en el incandescente silencio de la noche.
XXIV
Cuando la luna llora lágrimas de plata
en el velo azul de la noche serena,
por el bosque sombrío el aroma resuena
de una casta flor de lis que mi pena mata.
Cuando los blancos efluvios de la azucena
lloran la fragancia de tu mirada ingrata,
hasta lo infinito del azul se dilata
el dolor que de amargura mi alma llena.
Tus esencias iluminan la noche oscura
que ciega los caminos por donde galopa
el enloquecido corcel de mi pasión.
Tu luz impoluta licúa la negrura
sobre el níveo seno de la plateada copa
que de agrios licores sacia mi corazón.
XXV
En los ojos de la luna se bañan las lágrimas
que arrullan el tedio que tu corazón alberga,
fluyen por los sedosos pétalos de tu cara
como níveo ramillete de plateadas perlas.
La luna suspira al ver tus lágrimas de plata
derretirse en los hálitos de tus ardientes penas
y el silencio de la noche huye entre las ramas
para cerrar sus ojos a tus amargas quejas.
Cálidos aromas orean la noche plateada
en los jardines donde florece la hierbabuena,
hieren el éter en busca de un beso del aura
en el argentino manto de la luna llena
y tus perlas doradas buscan la luz del alba
para olvidarse de su dolor y de sus penas:
gotas de rocío que besan en la alborada
los inmaculados labios de las azucenas.
XXVI
Las lágrimas de la luna lloran en la noche
cristalinos hilos de luz y plata
que envuelven el aroma púrpura de tus labios
en una sonrisa de nieve y nácar.
Una perla se esconde en el color de tus besos,
que revolotea entre lirios y dalias,
cuando mis lívidos labios querían besar
tu blanca sonrisa de nieve y nácar.
Bajo el argentino aroma de la medianoche,
que bebía el fuego de tu mirada,
vi arder el verdemar de las niñas de tus ojos
en suspiros de amor y dulces lágrimas.
Las cristalinas lágrimas que lloraba la luna
una noche llena de luz y plata
licuaron el aroma púrpura de tus labios
en una sonrisa de nieve y nácar.
XXVII
Lágrimas de nácar llora la luna
en los nevados labios de una rosa,
su inmaculado velo se derrama
por la frescura de su níveo aroma.
En el argentino espejo del río
reverberan unos ojos que lloran
flébiles lamentos de luz y plata
que flamean en las aguas rumorosas.
Un tierno suspiro se lleva el aura
prendido de sus alas incoloras,
es el blanco perfume de tus pétalos
que ilumina de la noche las sombras.
Cuando se apaga el lucero del alba
y extiende su áureo velo la aurora,
tus lágrimas de nácar se licúan
en los nevados labios de una rosa.
XXVIII
La dorada tarde se diluía soñolienta
en los lánguidos brazos de la noche,
sus bostezos de oro encendían las blancas nubes
que de carmín teñían el lejano horizonte.
Mientras tus rojos labios besaban el aroma
que suspiraban las fragantes flores del bosque,
el verde silencio de la noche se escuchaba
en las ramas de un rumoroso roble.
Un argentino rayo acarició una fragancia
azul en el sosegado sueño de la noche,
mientras un suspiro de amor risueño voló
de tus labios hasta la inmensidad del orbe.
Enternecedoras lágrimas derramó la luna
en un mar insondable de sueños e ilusiones
y en el profundo océano del amor fue sembrando
dulces flechas de Cupido y aromas de flores.
XXIX
¿Qué sentirás tú esta noche
cuando la luna suspire lágrimas de sangre?
¿Qué sentirás tú esta noche
cuando la luz plateada del cielo se apague?
Tus perlados labios llorarán rojos aromas
que se diluirán en el aire
como sedosas y arreboladas sonrisas
que se esconden entre los suspiros de los sauces.
Tu aterciopelada piel sentirá los besos
del suave aliento que el carmín de la noche esparce
en el océano de tu cetrina mirada
que bebe el color de los mares.
¿Qué sentirás tú esta noche
cuando la luna suspire lágrimas de sangre?
Sentirás dolor y nostalgia
por los amargos aromas de una dulce tarde.
XXX
Bajo la luz plateada de la luna libábamos
el agridulce aroma de la nieve salada
que volaba en las azules alas del céfiro
hasta los confines de mi cárdena nostalgia.
En tus ojos relucía el color de las olas,
de tus labios se escapaba un suspiro escarlata,
susurraba en los árboles el gemido del viento
y mi pasión encendía el rubor de tu cara.
La luz de las estrellas se desmayó en el cielo,
la luna lloró en el espejo del agua,
tus labios se ajaron cual pálidas amapolas,
de tus ojos se borró la luz esmeralda,
toda tú te esfumaste en los suspiros del tiempo
y te alejaste en los hilos de plata.
¿Por qué te perdí yo en aquella clara noche?
Hoy mi corazón sólo palpita amargas lágrimas.
XXXI
La luna llora lágrimas de plata
sobre el negro sudario de la noche,
cabalga en una carroza de nácar
tirada por dos corceles de bronce.
El color de sus labios me sonríe
cuando las campanas tocan las doce,
sus aromas ascienden carmesíes
como volutas hasta el azul orbe.
Mis labios besar quieren tus labios
en el mudo silencio de la noche,
pero tú te arrebolas en mis brazos
cuando el llanto de las rosas oyes.
¡Ay, qué tendrá, qué tendrá la luna,
que llora lágrimas de sangre esta noche!
¡Ay, qué tendrá, qué tendrá la luna,
para que su linda faz se sonroje!
XXXII
¡Yo no sé qué tiene la luna
que llora lágrimas de sangre,
yo no sé qué tiene la luna,
ay, que no quiere enamorarse!
Aromas carmesíes fluyen
entre las sonrisas del aire,
que besan tu frente de nácar
y tus rubíes de corales,
esencias y ambrosías que hieren
el oro y carmín de la tarde
cuando el color de tu mirada
vibra en el bramar de los mares.
¡Yo no sé qué tiene la luna
que llora lágrimas de sangre
cuando tu fragancia sonríe
en los labios de los rosales!
XXXIII
La luna se estremecía en la noche.
Una blanca mano tocaba dulce instrumento
que hacía palpitar el azul de las flores
en los níveos aromas que mecían mis sueños.
Las cálidas notas del violín se derramaban
por las rojas fragancias de los pétalos
entre los suaves susurros del aire
y las sutiles risas del apacible céfiro.
Una divina voz acariciaba mi alma
y unos rojos corales me robaban un beso,
entre dos lejanas estrellas vi aparecer
la delicada rosa de mis sueños.
La luna se estremecía en la noche
bajo las lágrimas que vertía el firmamento,
a través de los etéreos hilos de plata
te vi volar en las alas del viento.
XXXIV
En el horizonte lejano la luz se muere
y se derrite el oro de la tarde,
los labios de las sombras besaron el azul
en los suspiros del agua y las risas del aire.
Lágrimas de plata encienden el cielo
con el llanto de la luna que llora a raudales,
y el color de tus aromas hiere mi pecho co-
mo el carmín de la amapola los rubios trigales.
La luna enjuga su llanto en su velo de plata
y sus lágrimas derrama por tierras y mares,
y el color de tu sonrisa acaricia el perfume
de unos labios que mueren con la luz de la tarde.
El rojo carmesí de tu aroma rezuma
fuego en llamas en un corazón que arde
por la pasión de un amor que se fue
en los suspiros del agua y las risas del aire.
XXXV
Anhelos de nostalgia va sembrando la luna
por los azulados océanos de la noche
y sus lágrimas van urdiendo un cendal de plata
para velar el amor de dos corazones.
Un níveo susurro acaricia la piel del agua
cuando una roja fragancia en tus labios se esconde
y yo besar quisiera el carmín de esa fragancia
en el plateado silencio de la medianoche.
El susurro albino muere en la piel del agua
cuando el velo se oculta entre blancos algodones
y la caricia de mis labios se desvanece
en el idilio de una fragancia que se rompe.
Sueños de soledad va sembrando la luna
en los nostálgicos labios del viento del norte,
mientras el aroma carmesí de unos pétalos
se derrite en el fuego idílico de la noche.
XXXVI
Tus blancas exhalaciones subliman el mar
con etéreos pétalos de plateadas fragancias,
sus esmeraldas, topacios y berilos mudas
en límpida lámina azogada.
Son tus pétalos tenues alas de mariposa
que rompen el velo de la noche estrellada,
su nívea luz envuelve las tinieblas
en cristalino tul de azulada plata.
Selene te proclamaron en la Grecia antigua
por tu resplandeciente llama blanca,
argentina diosa de la noche eres
cuando brillas en lo alto con tus vestes de gala.
Tus candorosos labios sonríen en la noche
a las más etéreas y sublimes fragancias,
mientras el rumor del silencio hiere mis ojos
en el huir aterciopelado de la verde aura.
XXXVII
Lloran los ojos de la luna plateadas lágrimas
que se derriten en las tinieblas de la noche
para que tus esmeraldas vean el perfume
que derraman las rosas y las flores.
En el blanco silencio que relumbra
en el espejo de plata que enciende las sombras,
el color de tu verde mirada se disuelve
como la nívea espuma en el batir de las olas.
Por el candor de los hilos que teje la luna
se desliza el rojo frenesí de tu fragancia,
que hiere el argentino silencio de la noche
en los nítidos suspiros del agua.
De plata vierte la luna sus lágrimas
una radiante noche del caluroso estío
y de carmesí tiñe el aroma de tus besos
los sueños de amor de un corazón herido.
XXXVIII
La redonda luz de la luna se esparce
bajo el extenso manto azul de las estrellas,
sus lágrimas de plata besan los labios de las
rosas y el blanco aroma de las madreselvas.
Un cándido velo cubre su redonda cara,
ocultar quiere con él su pálida tristeza;
su pena se derrama por montañas y valles,
por mares y ríos, por desiertos y praderas
en cascadas de lívida luz que languidece
bajo el extenso manto azul de las estrellas.
Perfumes de oro fluyen por el río del alba
mientras la mortecina luna su cara vela,
los rosados labios de la naciente aurora
enjugan las frías lágrimas de las azucenas,
y el valle se llena de sonorosos silencios
y del amarillo canto de la oropéndola.
XXXIX
Emerge la redonda luz entre las tinieblas
para rodar por el océano de la noche,
en sus lágrimas de plata se ahoga la sonrisa
de las estrellas y el brumoso arrebol del orbe.
Sus blancas perlas besan el color de tus labios
y acarician los suspiros que exhalan las flores,
y el aroma carmesí de tus rojos pétalos
se diluye en la sonrisa del viento del norte.
Una cándida fragancia suspira en el aire
argentinas cadencias de celestes acordes,
que van sembrando en la noche plateada
lágrimas de luz y mal de amores.
De las sombras surge una luz redonda
que se sumerge en el piélago azul de la noche
para derramar lágrimas de plata
y robar el amor, ay, de dos corazones.
XL
En las sombras de la noche unas lágrimas llueven
níveos resplandores de luz y plata
que van apagando el fuego de una pasión
en un piélago de furor y rabia.
¡Ay, el aroma de unos arrebolados pétalos
besa los agrios suspiros que en la noche exhalan
unos labios rotos por el dolor
de un frenesí que a la luz de la luna se apaga!
Los inmaculados sueños de amor
que bebían el dulce carmín de tu fragancia
se desvanecieron en los níveos resplandores
que lloraban tus argentinas lágrimas.
La luna se ocultó en los besos de la noche,
manaron tus pétalos el color de su fragancia
y el fuego extinguido volvió a arder
en unos labios rotos por una luz de plata.
XLI
En las noches de estío, cuando la luna canta,
el iris de tus ojos luce en verdes luceros,
los aromas de tu piel acarician mi alma
y el éter de tus labios se derrite en el céfiro.
En las noches de estío, cuando la luna danza,
el carmesí de tu voz asciende a los cielos,
el rubí de tus pétalos de fuego se inflama
y de oro se rizan las guedejas de tu pelo.
En las noches de estío, cuando la luna llora,
una lluvia de cálidas fragancias suspira
en los aterciopelados labios de una rosa
que a los lastimeros ojos de la luna mira.
En las noches de estío, cuando la luna implora,
escondes tus besos entre la plácida brisa
del oreo que anuncia la sonrosada aurora
en el rasgado velo de la sombra que expira.
XLII
¡Ay, de ti cayeron las mariposas de luz
que bañaban las tinieblas con alas de plata
y sumergieron mis sueños de fantasía
en un verde mar de níveas lágrimas!
Lloraban a lo lejos las radiantes estrellas,
entre murmullos añiles y rojas fragancias,
destellos de amor que se escondían
en las alas de luz de tus nevadas lágrimas.
Gimieron los aromas de tus pétalos
colorados suspiros en la noche de plata
cuando posar quise en el rubor de tus labios
un beso de amor carmesí y grana.
¡Ay, ya no caen mariposas de luz en la noche,
ni mis sueños se sumergen en un mar de lágrimas,
ni tus pétalos gimen suspiros carmesíes,
ni mis labios besan rojas fragancias!
XLIII
La noche besa tus plateadas lágrimas
mientras su sonrisa silencia la bella aurora,
en el aire ríen besos de amor
y en los trigales, rojas amapolas.
La luna se va llorando por los verdes mares
y tu amor entre los pétalos de una flor llora,
el color de tus besos se posa en mis labios
como la sal en las esmeraldas de las olas.
Las plateadas perlas se rompen en los cristales
cuando la luna sobre el mar llora
y el aroma de tus besos se enciende
cuando en mis labios su dulce carmesí se posa.
La noche besa sus perlas de plata
mientras su blanca sonrisa se esconde en las sombras,
y el color de tus besos se posa en mis labios
y mi pasión se derrite en tus rojos aromas.
XLIV
Tu fuego de plata muerde las sombras
en el silencio azul de la noche estrellada
cuando los etéreos pájaros de cristal
enmudecen sus cantos de nostalgia.
Un suspiro emerge en la noche azul
del hondo abismo que esconde la pena de mi alma
y un aroma carmesí se estremece
en las lágrimas de tu inmaculada fragancia.
¡Ay, oyes pasar el pájaro azul del silencio
en las nevadas alas de la noche de plata
y no oyes la voz de mis suspiros
que se ahoga en el hondo abismo de mi garganta!
Los aterciopelados aromas de tus labios
apagan el silencio de la noche estrellada
y encienden el álgido fuego de mi corazón
que derrite el hondo océano de mi añoranza.
XLV
Tu redonda sonrisa de plata rasga el sueño
de la noche en una aureola de luz y nostalgia
por donde vuelan mis alados sueños
en busca de los rotos delirios de mi infancia.
En las nevadas alas de tu luz
mis éxtasis vuelan como mariposas blancas
que liban el elixir de tus labios
en el azul de la noche que arde en luz de plata.
En los argentinos susurros de tu cendal
se silencian mis más amargas lágrimas
que me traen esos lívidos recuerdos
encendidos con el aroma de la añoranza.
Tu nebulosa luz de plata rompe el cielo
en el silencio azul de la noche estrellada
y en el flameante océano de mis emociones
se rompe la aureola de mi nostalgia.
XLVI
Plateado rocío de nácar mana la luna
en el sombrío manto de la noche
cuando todo se viste de pálida luz
entre lívidos perfumes y níveos colores.
En un piélago de plata se ahogan los susurros
que temblorosas suspiran las flores
cuando el velo de tu pálida luz
de nieve viste las montañas y los alcores.
En el blanco silencio de la noche plateada
el sonreír de las cristalinas aguas se oye,
por ellas discurre la hiel de mis penas
a un océano de amarguras y sinsabores.
En tus labios se oye el suspiro de una fragancia
que se licúa en el rojo sonreír de las flores,
como cálidos aromas que se lleva el viento
hacia los lejanos jardines del níveo norte.
XLVII
Las lágrimas de la luna bañaban la noche
inmensa en sueños de luz y suspiros de plata
que retozaban por los reinos de las estrellas
como lenes mariposas y blancas fragancias.
Tus pupilas brillaban en la pálida luz
como los verdes suspiros de dos esmeraldas
que herir quisieran el dolor de mi corazón
con el acíbar de sus flechas envenenadas.
De tus labios brotaban esencias carmesíes
que diluían las penas de mi alma,
ay, en aromáticos elixires de amor
en un océano de luz y en un mar de lágrimas.
Blancas llamas ardían en el silencio de la
noche entre sueños de viejas nostalgias
que a mis olvidados recuerdos me traían
los ecos de mis penas más amargas.
XLVIII
Una lágrima le robé a la luna
en el velo azulado de la noche
cuando enjugaba su cara llorosa
con suaves y níveos algodones.
En tus labios deposité esa lágrima
para beber la miel de sus colores
y aspirar plácidamente el aroma
que en tu cetrina mirada se esconde.
Tu colorada sonrisa exhaló
un suspiro de fragancias y olores
cuando la luna asomaba su cara
con pausados guiños de plata y cobre.
Tu roja fragancia se marchitó
como el fugaz brillo de un asteroide
y la lágrima robada a la luna
de luz inundó el cielo del orbe.
XLIX
El negro velo de la noche se desgarraba
con los níveos suspiros de tu cara divina
que envolvían la luz de las estrellas
en azuladas lágrimas y pálidas sonrisas.
Bajo tu cendal de plata se esconde el fuego de
unos labios que con su frenesí acarician
el aroma de una arrobada rosa que llora
rojas lágrimas de pasión y dicha.
Sus rojas lágrimas arden en tu luz de plata
como álgidas ascuas encendidas
esperando abrasar la pasión de unos labios
que por su aroma carmesí suspiran.
La noche se envolvía en un velo de plata
que tus ojos con lágrimas tejían,
mientras la pasión de dos amantes corazones
en lágrimas de amor se derretía.
L
La luna no llora lágrimas de plata esta noche
ni se mira su cara en el espejo del río,
la luna ha escondido su risa de azucena
entre los blancos sueños del olvido.
Ya no exhalan colorados aromas las rosas
ni lloran níveas lágrimas los lirios,
ya el silencio de la noche se queda solo
entre la verde brisa de los chopos del río.
Ya no beso el aroma carmesí de tus labios,
ay, ni el rojo frenesí de nuestros delirios,
las suaves caricias de tus fragancias han muerto
entre los blancos sueños del olvido.
Ya no llorará más lágrimas de plata la luna
ni se mirará en el espejo del río
si el carmesí de tus aromas no se enciende
entre tus rojos labios y los míos.
© Julio Noel