El miedo asciende por las paredes del llanto y se hunde en el verdor de la hierba.
Hay lágrimas que ruedan por la amarillez de las horas
para convertirse en ascuas incandescentes
en los ojos del miedo.
Y hay gritos rotos en un corazón desolado.
La ira de la mirada sigue afilando la daga del enojo
hasta dibujar el horror de una mueca
en unos labios lívidos.
Como el carmín de una amapola arde el sonrojo
de la inocencia
en un suspiro roto que cae en lo más hondo de la amargura.
La soledad y el abandono acompañan el llanto de silencio
que se desliza por la ausencia de unos ojos.
Fuera cae
una lluvia fina sobre la quietud del tiempo.
¡Oh libertad!
De Cárcel de amargura
© Julio Noel
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